jueves, 8 de noviembre de 2012

El gaucho

José María y Graciela Torres aportan, en relación con la Gesta Güemesiana, el libro “Mi vieja Matera” de Raúl Alfredo Galarza, nativo de Pergamino (Provincia de Buenos Aires). En su obra y bajo el título “Si uno dice Salta, dice Güemes... dice Gaucho”, Galarza expresa:
“Y claro... nada menos que “El Padre de la Patria”, el general D José de San Martín, decía allá por 1814, que unos arrieros, conve

rtidos en milicianos, daban guerra sin cuartel a los realistas. Esos gauchos, los del general Martín Miguel de Güemes, ganan fama, gloria y de allí a la leyenda, tan solo un paso.
El salteño es orgulloso heredero de aquellos gauchos de grandes guardamontes en el apero, de ponchos colorados con lista negra y el corbatín, señal de respetuoso y permanente duelo por la muerte del heroico caudillo.
El apero salteño, está compuesto por la silla de pelo de cochucho (fagara-coco, de madera noble y blanda, liviana y de múltiples aplicaciones en carpintería), retobada con cuero de potro y reforzada por dentro con planchuelas de hierro. El arzón delantero es alto y en arco, mientras que la parte posterior es en forma de peineta, al mejor estilo español antiguo.
Sorprenden las caronas: una de suela ricamente labrada o repujada, o de vacuno con todo el pelo; la otra lujosísima de yaguareté (jaguar). La primera remata en pronunciadas puntas; la otra, algo más corta y de punta roma, ancha cincha de “trencitas” de cuero crudo, estribe ras del mismo material, de las que penden los característicos estribos trompa de chancho o estribos de baúl (por sus formas), realizados en madera de tala.
Otra prenda muy particular de este apero es la lonja pescuecera o lonja cogotera, una pieza de cuero crudo, maceteado, bien graneado, que va colocada en el pecho del montado –yeguarizo o mular- a manera de gran corbata. Tiene buen lazo, y con ese gran escudo que son los guardamontes, protectores y linajudos, estos centauros norteños, literalmente cubierto de cuero desde la cabeza a los pies, montados en sus vistosos caballos de sobre paso o machos mulos, en arduos trabajos rurales entran y salen de los espinosos montes naturales con la habilidad que no podría igualar ningún otro jinete provinciano.
Para ir cerrando... la blandura de la silla la proporcionan tres pellones o cojinillos, coronando un sobrepuesto de miquilo que recuerda las propiedades frescas de esa piel. En general tiene buenas sogas de cuero flor, bien graneado o de cuero de anta, frenos de candado o mulero. Los patrones de estancia o mayordomos suelen ensillar con prendas de plata, botas de descarne y, permanentemente calzadas, las espuelas más bien chicas, de metal, de corto pihuelo y rodajas también chicas...
Puedo asegurar que por el ruido que produce la cabalgadura en su marcha y sordo acompañamiento de sus “sogas”, no pasa desapercibido ningún jinete salteño, cuando en un “marchao parejo” (movimiento entre paso y trote) de su pasuco o charandela con público o sin él, se le representará a usted una postal de los albores de la Independencia de nuestra Patria... no lo dude”, expresa Galarza.


 


 






 

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